Ciertamente, la profesión de banquero en estos tiempos no es una profesión revestida de honorabilidad, evidentemente.
Pero bueno, en realidad, lo que me preocupa no es su honra, si no el desprestigio que conlleva, que se hayan conchabado, supuestamente, con los jueces, y lo que provoca en la profesión de letrado.
Nosotros los abogados, somos el último escalón y el que directamente lidia con los jueces y con los clientes, que muchas veces no entienden las noticias, y ¡como las va a entender si no lo conseguimos nosotros!
Esos Jueces “rasos” que en estos momentos seguro que también dudan de que es lo que está pasando en las alturas, o quizás no.
En otras épocas, ser abogado era un honor. Hoy, entre los títulos a euro, los másters a tres perras y los doctorados como cromos de fútbol, parece que tengamos que decir que somos barrenderos y ocultar que además hacemos horas y esfuerzos extras para conseguir un máster y un doctorado, sin que nadie nos lo regale.
Qué horror de tiempos veloces, donde todo tiene que ser rápido, de usar y tirar, donde los plazos son cortos y donde si a mi cliente se le pasa se va a la calle, pero si se le pasa al banco, pues, nada, quince días más.
Es extraña la sensación de que estudio sin parar y cada vez entiendo menos lo que está pasando.
Solo me queda seguir estudiando y confiar en que las aguas revueltas volverán a su cauce, eso sí, dejarán un daño irreparable a la profesión y más aún a la fe en la justicia.
Y no me extraña, cuando en una misma página encuentras una noticia sobre el AJD y el Tribunal supremo salvando a la banca y, al lado, una condena por robar un bocadillo en una panadería. Luego dicen que las leyes son para todos… a mí me cuesta creerlo.
María José Alamar Casares
Doctora en Derecho
Abogada Colaboradora de Aliter Abogados.